
Deleitando el febo de un nuevo dia implora una nueva oportunidad para sucumbir en el extenso,
pleno, inmaculado orgasmo. Tu gemido que cosquillea en el oido, esa humedad de tus labios que mis
orejas desean sentir. Sin decir nada mas que tus caricias son estrellas adornando la eterna oscuridad, pequeños relámpagos
de placer, que van inundando de sinopsis mis neuronas.
Cuando el eterno amor condena a julieta, mi felicidad condena a el tiempo. El tiempo que hace de la existencia la inexistencia misma
en solo un pasar. Del todo a la nada. Del pico al valle. Inestable, armónicamente estridente.
Siempre esperamos el tiempo sostenido, ese que nos indica que algo terminaría en segundos.
Cerrando esas penas, asoma la nueva oportunidad de explotar en el glorioso mundo de los sentidos.
Es tal el desorden que no puedes definir que carajo es lo que acontece. Esa deseada incomodidad finalmente se desnuda y pasa a ser
tan maravilloso que deberías haberlo hecho antes. Sin lugar a dudas entre el falo y la pared. Incómodamente te sometes a experimentar
esas nuevas sensaciones que tendrán el objeto de la continuidad. Que paradoja, algo que carece de continuidad en el tiempo la puede garantizar
bajo circunstancias especificas como la falta de un condón.
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