
Parecía que el fuego había consumido, mas bien, aniquilado el ferviente deseo que la impulsaba a cometer el pecado original de esa manera justo después de terminar se encontraba dócil y calma. Su cabellera dorada despeinada me producía un cierto nerviosismo. Tan perversa y retorcida, cuarenta y cinco minutos atrás imploraba con lágrimas, suspiros, arrugas y a gritos la presencia corpórea de mi ser. A veces estas situaciones frágiles de un prójimo sensibilizan al mas duro de los corazones, no pude negarla.
En el acto su goce interminable, curvas peligrosas daban el aspecto de un suave paisaje de colinas en el horizonte. Labios enfurecidos, en llamas, carmesí. Suaves, de seda y macabros. En el continuo movimiento sus risos estimulados y a su vez conmovidos era ramas de un sauce en época de viento pampero.
Su presencia egoísta. Me encontraba como un instrumento de su fantástico juego. Esta vez no era el victimario. Ella había ultrajado el valor. Su tan hablado amor quedó en un segundo plano dejandonos llevar por el sabor de la carne, la disgustar del placer animal.
Sus dientes habían mordido de manera que comenzé a sangrar. Estaba perdida sin estribos encontrabas la libertad de la máxima excitación observando mi herida. Esa grieta que fácilmente conseguía abrir. Será así que sabía como, cuando y donde atacar, así lo hacen las fieras con sus presas.
Actitud vaga y altanera la invadía en cada rincón de su pasión, irracional como de costumbre aún parecía distinguir que en minutos mas todo se iba a derrumbar. Escasa base moral, sin lugar a duda es esto la consecuencia.
Saltábamos en el risco, es esa delgada linea del ser o no ser se hacía difícil transitar sobre ella. Se hacía todo confuso y nada parecía despejarse, ya era inercia lo que movilizaba continuar.
El tiempo y la fragilidad coincidieron abrupatamente en el momento que acontecía el fin, luego lo inhóspito: una catarata de ambiguedad divergían aleatoriamente. Había conseguido satisfacer su instinto creyendo que así me iba a encontrar en su propiedad.
Me sentía desnudo, mas bien expuesto. Pensé: su cleptomanía se ha quedado con mi intimidad. Al instante el perdido y sin estribos era yo sin pena ni gloria. Haber trabajado sólo para ella sin tener en cuenta mi saciedad.. Su ego había invadido la habitación y despojado de la intimidad atravesaba la idea de marcharme.
Y así Fue......